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jueves, 17 de diciembre de 2015

El lado positivo del estrés

Cuando hablamos del estrés, acostumbramos a asociarlo como un aspecto que nos influye negativamente en nuestro día a día. No obstante, el estrés también nos puede ayudar a dar lo mejor de nosotros mismos en un momento determinado. Es por ello que podemos hablar de dos tipos de estrés que nos influyen de diferente manera: el distrés (estrés negativo) y el eustrés (estrés positivo).



EUSTRÉS
Se trata de aquel estrés que ayuda al desarrollo de la persona e impulsa al crecimiento individual. Ante determinados contextos, nuestro organismo entra en estado de alerta y se activa de tal manera que nos ayuda a afrontar con mayor éxito una situación puntual o una problemática determinada.  Nuestros sentidos se agudizan: somos más hábiles mentalmente o asociando ideas, el nivel de atención es alto e incluso nuestra capacidad de reacción aumenta considerablemente. Es por ello que a este tipo de estrés se le llama también estrés positivo.


DISTRÉS
Es el considerado como el estrés negativo porque activa a nuestro cuerpo hasta tal punto que es contraproducente. Esto es debido a que vivimos situaciones amenazantes o que consideramos fuera de control durante un periodo de tiempo prolongado. Nuestro organismo empieza a trabajar más de lo normal y a realizar un sobreesfuerzo que deriva en reacciones como hipertensión, pérdida de concentración, sudor excesivo, etc. (ver entrada Efectos del estrés)*. Este tipo de estrés afecta negativamente a la calidad de vida de la persona. Un ejemplo de los efectos más comunes provocados por el distrés o estrés negativo en el ambiente laboral, es el efecto burnout*.


Pero… ¿Cómo pasamos del estrés negativo al positivo y viceversa?


Situándonos en un contexto de trabajo, los efectos y el estado de ánimo variarán en función de dos factores: el nivel de desempeño de la tarea que se esté realizando y del nivel de estrés que ésta cause.


Podrás ver en la siguiente tabla las diferentes fases que se pueden experimentar en función de estas dos variables:

Dependiendo del nivel de estrés en el que te encuentres, serás más o menos productivo y eficaz.



Nuestro nivel de desempeño y estrés son dos factores que correlacionan positivamente, es decir, cuanto más estrés se tenga, mejor se llevará a cabo una tarea o función. Esto sucede hasta llegar a un nivel óptimo de estrés, el punto más álgido, donde estaríamos experimentando ese eustrés o estrés positivo. No obstante, si el nivel de estrés sigue subiendo, el cuerpo empieza a entrar en esa situación de “sobreesfuerzo”, nuestro efectividad disminuye y no salimos tan airosos al realizar una tarea determinada.
Teniendo en cuenta estos aspectos, podrás situarte en la curva del estrés y saber porqué quizá en un momento determinado no te salieron tan bien las cosas, o porqué se te olvidó aquello o te equivocaste en lo otro. Quizá en ese momento hubiera ido mejor hacer una pausa, centrarse en realizar una sola tarea o en pedir ayuda a un compañero.

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